Cuando el sábado propusimos una salida con la de carretera, ya que el domingo venia agua, no quise pensar la que se nos venia encima.
Andaba yo ya algo mosca, veía como las fuerzas no eran las de siempre y me encontraba con ganas de probarme. Adolfo sugirió subir a Valdastillas, y depués a el Torno por Rebollar, seguir a Cabezabellosa y dar la vuelta, pero ante el asombro general decidimos seguir ruta por el valle a ver donde nos llevaban las fuerzas.
Con el plato metido, como de costumbre, fuimos poco a poco subiendo a terrenos más frescos y llegados a Jerte, la temperatura no pasaba de un grado, y eran casi las 10. Sugerí subir hasta el limite de provincia y tocar nieve. El cuñado decía que ni de coña que iba a ser una paliza, Félix tampoco ponía muy buena cara, pero llegó SuperAdolfo y en un alarde de valentía dijo, vamos hasta arriba y si hace falta al Tremedal.
Y dicho y hecho, a una marcha que ya les gustaría a muchos, fuimos haciendo km. hasta subir el puerto de Tornavacas.
El día claro dejaba ver la inmensidad y la belleza del valle, nevado por ambas cumbres, y nos alegramos de haber hecho el esfuerzo y poder contemplarlo. En buena compañía donde sea.
Ya la bajada fue otra cosa, el ritmo alto que habíamos llebado pasaría factura, y así fue, y antes de pasar Regino tuvimos que levantar el pié de la Bici, porque íbamos marcando un ritmo de media 35 y las fuerzas ya no respondían.
El ir más despacio nos sirvió para comentar jugadas y decidir sobre la salida del día siguiente, que tal y como se ponía la cosa parecía archi imposible, y así fue.
El domingo al levantarme parecía que jamas había llovido y el viento era tal que tumbaba los árboles. Me limité a hacer como el resto de los compañeros, ver llover a través de las ventana.
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