Los colegas de entrenamiento, encabezados por el profe, teníamos cita obligada en una cena de hermandad. El buen rollo, las risas, los chistes y los buenos manjares, se unieron en una velada ,que seguramente, recordaremos en muchas ocasiones, a lo largo del año venidero.
El menú fue del agrado general, y cumplió con creces las expectativas planteadas, y si no que se lo digan al Sera, que tuvo que desabrocharse el pantalón, cual Homer, en sus mejores momentos, para que le pudiera entrar p
or completo el exceso de comida.
A ver quien hace la semana entrante la velocidad y los miles.Da lo mismo, siempre acabamos los mandatos impuestos.
Ya el sábado, cumplimos con la promesa autoimpuesta de poner pie en el Pitolero. Llevábamos ya tiempo con ganas de subir al coloso de la mtb, y como el día acompañaba, allá que nos aventuramos un servidor y el Cuñao. Como en semanas anteriores, nos falto la imprescindible presencia del amigo Félix, que sigue en su proceso de recuperación, y al que en más de una ocasión, durante la mañana, echamos de menos en nuestra penitencia hasta la cima.
La subida esta tal y como la recordaba, aunque año tras año, debido a las lluvias caídas, los trozos que están en tierra se van
volviendo más y más impracticables.
Casi tocando cumbre, nos encontramos con un senderista, que tan sorprendido como las vacas que rodean las praderas de las antenas, se quedó admirando la facilidad con la que metro a metro devoramos las rampas, mientras él exhausto, luchaba con su corazón para poder llegar al final. Pero gracias a nuestra presencia, recupero esas fuerzas de las que andaba escaso, y en menos que la perdiz levanta el vuelo, estaba junto a nosotros admira
ndo el paisaje que estaba a nuestros pies.
Una bajada accidentada, con frenos ardiendo y dos reventones, nos llevó a orillas del Jerte, sabiendo que el objetivo estaba cumplido.
El domingo un leve paseo por la tarde, que nos llevo a puertas de Aldeanueva, y de vuetal, pensando en recuperar fuerzas, que esta semana nos espera más.
El menú fue del agrado general, y cumplió con creces las expectativas planteadas, y si no que se lo digan al Sera, que tuvo que desabrocharse el pantalón, cual Homer, en sus mejores momentos, para que le pudiera entrar p
or completo el exceso de comida.A ver quien hace la semana entrante la velocidad y los miles.Da lo mismo, siempre acabamos los mandatos impuestos.
Ya el sábado, cumplimos con la promesa autoimpuesta de poner pie en el Pitolero. Llevábamos ya tiempo con ganas de subir al coloso de la mtb, y como el día acompañaba, allá que nos aventuramos un servidor y el Cuñao. Como en semanas anteriores, nos falto la imprescindible presencia del amigo Félix, que sigue en su proceso de recuperación, y al que en más de una ocasión, durante la mañana, echamos de menos en nuestra penitencia hasta la cima.
La subida esta tal y como la recordaba, aunque año tras año, debido a las lluvias caídas, los trozos que están en tierra se van
volviendo más y más impracticables.Casi tocando cumbre, nos encontramos con un senderista, que tan sorprendido como las vacas que rodean las praderas de las antenas, se quedó admirando la facilidad con la que metro a metro devoramos las rampas, mientras él exhausto, luchaba con su corazón para poder llegar al final. Pero gracias a nuestra presencia, recupero esas fuerzas de las que andaba escaso, y en menos que la perdiz levanta el vuelo, estaba junto a nosotros admira
ndo el paisaje que estaba a nuestros pies.Una bajada accidentada, con frenos ardiendo y dos reventones, nos llevó a orillas del Jerte, sabiendo que el objetivo estaba cumplido.
El domingo un leve paseo por la tarde, que nos llevo a puertas de Aldeanueva, y de vuetal, pensando en recuperar fuerzas, que esta semana nos espera más.
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