
Y así fue, como tras una semana de extenuantes series y cuestas, pillamos la mañana del sábado para relajarnos a la orilla del río Alagón.
Ignacio, fue el encargado de preparar el material y el cebo necesario. Yo ponía el sitio para el deleite. Oscar padre e hijo, ponían la ilusión por la nueva aventura que se nos venía encima.
Como en toda buena mañana de pesca, lo mejor fue la compañía, ya que los peces, en esta ocasión, decidieron coger mejor rumbo, no dando la cara en ninguno de los pesquiles preparados para la ocasión.
Ante tanto aburrimiento, el cambiar un cebo por otro, era la única diversión posible, hasta que el pequeño Oscar, nuevo en estos lances, con su caña de bambú de tiempos del caudillo y carrete oxidado, que Ignacio le adjudico para su disfrute, tuvo la suerte del principiante, y en un no se por donde, enganchó un precioso percasol ante el asombro de los mayores.
Todos miramos al jodido niño con ojos de milano cabreado, ya ves, enredando nos ha dado con la pesca en las narices.
Foto para el recuerdo y la mejor de las sonrisas posibles. Pez de nuevo al agua y a recoger, que tía Eva nos ha llamado con el canto de Alejandro de fondo.
El domingo, dado el baño que habíamos recibido el día anterior, no era cuestión de volver a probar suerte con el anzuelo, y esta vez sí, cogimos nuestras mtb para afrontar una nueva ruta que nos llevó a descubrir lo hasta ahora no pisado.
Como la montaña está llena de senderos, pillamos un nuevo puerto para alcanzar el Torno, acabando la jugada como de costumbre, con casi todos los hierros metidos y los riñones apretados.
El nuevo descubrimiento nos dio como resultado 70 km. de duro esfuerzo y subidas que alcanzaban en algunos puntos el 26%.
Una semana con una bajada de telón de cine. Esperamos que la entrante, nos traiga como mínimo, las mismas alegrías.
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