lunes, 16 de agosto de 2010

EL COCHINILLO Y LA TORMENTA

Para la ocasión, nos apuntamos a una nueva aventura que el amigo Pulido había organizado por la altiplanicie de Gredos. Cuando Félix me comento el evento, rápidamente me di por apuntado, y sin mediar mucha palabra el Cuñao, hizo lo propio. Ya estamos casi todos, Zapatitos, Félix y El Cuñao, que más se puede pedir. También se unió el amigo Emilio Leno, con el cual hacía ya bastantes meses que no pedaleaba, desde la espantada de Guadalupe, pero agua pasada, que como le recordé, no merece la pena recordar.
Así pues los 5, acompañados de mujeres e hijos respectivos, 7.30 de la mañana, rumbo a Navacepeda.
Pulido, que para estas cosas es un crack, pronto nos hizo saber el planing del día. Vosotros tres, os ponéis manos a la obra en los puertos, os dais para el pelo, y cuando subais, media vuelta y volveis en busca nuestra, así, ni os aburrís, ni descansáis, y buen entrenamiento para la Perico.
Y dicho y hecho. Puerto para arriba, trozo de puerto para abajo, llegábamos a los más retrasados, y subida descansada y armoniosa hasta volver a coronar.
No tardamos mucho en subir el puerto de Peña Negra, pudiendo observar, que los 1.909 metros, ya pican en el ritmo de la respiración. Tan alto y casi ni nos habíamos enterado.
Se sucedieron el puerto de la Chia, Barajas y la plataforma, con el mismo guión que los anteriores. Hasta que aproximadamente a las 2.30 estábamos de nuevo en Navacepeda, y con bañador en mano, al Tormes a refrescarse.
Pero, como parecía que faltaba algo al día, pronto el final nos deparó lo mejor.
El amigo Emilio había encargado unos cochinillos en un mesón que él solía frecuentar. JODER, con los lechones, no recuerdo haber comido algo igual. Creo que aún nos estamos relamiendo del manjar que tuvimos la suerte de saborear.

La verdad, que sería del esfuerzo de las subidas, del frío de las bajadas y del calor insufrible de los llanos, si al final de la jornada, no tuviéramos la debida recompensa en forma de vianda.

Ya para el domingo, nos quedamos los tres de siempre, habíamos pensado por donde subir esta semana a Piornal. Como casi siempre mi opinión no contaba. Eso de meter alguna rampa del 12 para arriba, no está en el pensamiento de la mayoría, asique Zapatitos a aguantarte, y como mucho alguna al 10.

Pues bien, Barrao, Cabrero, y Piornal, bajada al Jerte y subida de nuevo a Rebollar y Cabezabellosa, vamos para que las piernas no descansen.

Y fue en Barrao donde se masco la tragedia. Al llegar a la fresca fuente que está en medio del pueblo, la cual sirve como auxilio de verano, a mayores y paseantes del lugar, decidimos como siempre, parar a repostar combustible, encontrándonos con un vecino, al cual, tras darle, como es de bien, los buenos días, le pedimos con exquisitos modales, que por favor nos dejara llenar los tanques de las bicicletas, a lo cual accedió con gran cortesía inmediatamente. Pero pronto, tanta amabilidad dominical, se vio interrumpida por un ensordecedor trueno, el cual hizo temblar los pilares del porche donde nos habíamos situado.

El Señor, que tan amablemente nos había cedido su sitio en la fuente, rechistó en voz baja, "Pues con un día tan soleado, no se de donde ha salido semejante tormenta".

El silencio se hizo de forma momentánea, lo cual era el preludio de lo que tocaba por venir, y apenas habíamos hecho cien metros, en la salida del pueblo, El Cuñao empezó con la risa floja, a lo cual siguió Félix, y continuó un servidor. Las carcajadas ya llegaban hasta Piornal, y lo que empezó con una risa picara, acabó con las fuerzas de los tres por los suelos, hasta tal punto, que el Cuñao no fue capaz de recuperarse hasta llegados a Piornal.

A rebollar, subimos como siempre, a buen ritmo, pero claro, quedaban las rampas de los ataques, poco antes de coronar el puerto que nos lleva hasta Cabezabellosa, y así fue. El Cuñao, ya recuperado, se empeñó en forzar el chicle, y en apenas 10 metros, nos habíamos puesto a 20 en las rampas que superan el 7%. Como ya al final de la jornada, no estaba por la labor, pronto hice saber a mis compañeros que yo a ese ritmo no seguía, y bajé de 20 a 18, lo cual fue de agradecer por mis dos compañeros, que rapidamente hicieron lo mismo.

En la bajada nos encontramos con el amigo Emilio Leno, el cual sabía por donde íbamos a hacer la etapa, y decidió hacer los últimos km. con nosotros. Otra semana más me libré de que me sacaran la biela por el costado en la cuesta del basurero.

En la gasolinera del Villar, saludamos a un numeroso grupo de ciclistas, que pronto descubrimos que eran de la Peña de Montehermoso, los cuales, todos, con la indumentaria oficial de la Peña, habían tirado la caña por nuestro termino municipal.

Poco antes de llegar a la glorieta de la Oliva, llegaron a nuestra altura, y tras una breve charla, ellos continuaron dirección Montehermoso, y nosotros con nuestra amigable conversación, planeando lo que será la última gran marcha de la temporada por tierras de Segovia, no sin antes preguntarles quienes de ellos irían a ver a Perico, a lo cual respondieron que casi todos.

Como casi siempre, la unión hace la fuerza, y da gusto ver a un grupo de más de 20 ciclistas, al unisono, dando pedales y sintiéndose orgullosos de los colores que llevan en sus maillot.

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